Testimonio #1


Me siento muy cansado en la mañana al levantarme.

Siento como si me hubiera desvelado y no hubiera dormido nada.

 

Durante el día me siento cansado, con mucho sueño todo el tiempo. Aprovecho cualquier momento del día para dormir un rato. No tengo deseos de participar en actividades deportivas, sociales, convivencias, reuniones, sólo quiero aprovechar el tiempo para dormir. Decido tomar unas vitaminas porque pienso que es el estrés y me tomo unos días de vacaciones.

 

En esos días de vacaciones aprovecho para dormir tarde y comer bien. Durante el día veo televisión, mis películas favoritas y duermo mucho. Creo que era el estrés.

 

Regreso a trabajar y a los dos o tres días me vuelvo a sentir igual de cansado. Cada vez se me hace más difícil mantenerme despierto en el día. En las reuniones de trabajo tengo que realizar un esfuerzo enorme para mantenerme despierto. Cuando estoy en mi oficina trabajando en la computadora, me sorprendo a mí mismo dormido ante la pantalla. Manejar de la oficina a la casa representa momentos de angustia pues debo realizar un esfuerzo extraordinario para mantenerme despierto. Me siento preocupado, no sé lo que me pasa.

 

Por fin me animo y consulto a mi médico general. Me dice que es el estrés. Me da medicamento para ayudarme a lograr un sueño más profundo y me pide regresar a consulta en dos semanas. Cuando regreso le explico que duermo bien, sin embargo tengo mucho problema para mantenerme despierto durante el día. Para este punto la situación se agrava pues me quedé dormido en una reunión de trabajo con la alta gerencia de la empresa. Me preguntaron qué me pasaba y mentí, dije que había tomado un medicamento para la gripe que me daba mucho sueño, pero que todo estaba bien.

 

El médico me aumenta la dosis del medicamento para dormir y me aconseja tomar otros días de descanso. Me traslado a la Cd. De México a pasar una semana con mi familia. En esa semana me comentan ellos que ronco mucho en las noches, que les preocupa porque dejo de respirar por períodos prolongados y temen que me asfixie, también me hacen bromas porque durante los paseos en automóvil me quedo dormido. Me reclaman que últimamente los visito poco y que me he alejado de ellos. No les he comentado de mi problema por pena, ni les he compartido mi temor a manejar en carretera por quedarme dormido.

 

Regreso de mis vacaciones y consulto al médico explicando que no me siento bien, que me preocupa la cuestión profesional por quedarme dormido en las reuniones de trabajo en la oficina frente a la computadora y le comento del reclamo de mi familia por no viajar a visitarlos con la frecuencia que solía hacerlo. La solución…. Me da medicamento para mantenerme despierto.

 

El nuevo medicamento me ayuda a permanecer despierto durante el día y tomo otro medicamento para dormir. Empiezo a sufrir angustia, dependo de los medicamentos para llevar una vida levemente normal. Siento angustia cuando se me acaba el medicamento y no lo encuentro en la farmacia, me angustio cuando el médico no está y no me puede proporcionar la receta, ya que es medicamento controlado. Mi calidad de vida es realmente pobre.

 

Un día que yo considero AFORTUNADO, me enfermo del oído, con fuertes dolores acudo con el especialista en Otorrinolaringología, mi amigo el Dr. Joaquín Ceballos. Durante la consulta y revisión de mis oídos le comento lo mal que me siento por el problema del sueño, y para mi sorpresa me dice que él tiene un tratamiento que me puede ayudar. Pienso para mí, ¿cómo puede ser? Qué relación tienen la nariz, los oídos y la garganta con mi problema de sueño!

 

Me explica que los tejidos de los conductos respiratorios se inflaman o se aflojan por el paso de los años y reducen su capacidad de conducir el aire para respirar. Esto provoca el ronquido. También me explica que debido a la agudeza de esta obstrucción hay instantes de la noche en que se deja de respirar, cuando ésto sucede, el cuerpo se despierta para lograr que uno busque la respiración. Este constante despertar inconciente del cuerpo para buscar la respiración, provoca la baja calidad del sueño. Me está hablando de la Apnea.

 

Me dice que se requieren algunos estudios para confirmar el diagnóstico. Tengo dos alternativas: pasar una noche en el hospital para que se me realicen los estudios necesarios, o realizarme los mismos estudios en mi casa durante la noche. Como todo hombre, tengo miedo al hospital y decido realizarme los estudios en mi casa.

 

Acordamos una fecha para realizarlos. Esa noche en la comodidad de mi hogar, a la hora de dormir, me instalan unos sensores para medir ciertos factores que yo no comprendo por no ser médico. Yo sólo debo dormir con los sensores adheridos a mi cuerpo, en la mañana quitarlos y llevarlos al consultorio para que se revisen los resultados. En 24 horas me llama a su consultorio y me explica que sufro de Apnea Obstructiva del Sueño Severa.

 

Esta enfermedad me impide respirar normalmente durante la noche, en mis caso hubo una gran cantidad de períodos de interrupción de la respiración, algunos de estos períodos excedieron los 40 segundos de duración. El riesgo es una embolia o un ataque cardiaco durante el sueño, aparte de los relacionados a no estar suficientemente alerta durante el día.

 

Mi mente trabajó rápido y me ví inhabilitado, tal vez en el hospital, casi en artículo de muerte. Sin embargo con una sonrisa amigable me explica de la existencia de un tratamiento para esta enfermedad: le llaman CPAP. Un aparato que a mi entender sencillo, inyecta aire a través de mis vías respiratorias y mantiene el volumen de oxígeno necesario para que pueda respirar normalmente durante mi sueño.

 

En base a los resultados de los estudios me recomienda el CPAP adecuado a mi condición. Se ordena el aparato, lo calibra a mis necesidades de oxígeno, me explica su operación y uso y me lo llevo a la casa.

 

No es fácil describir con palabras el impacto que el CPAP tuvo en mi vida, INMEDIATAMENTE. Puedo decir que con la primer noche de uso, recuperé más de un 60% de mi vida normal. Me desperté descansado, cambió mi estado de ánimo, pude trabajar normalmente sin quedarme dormido. Aproximadamente en un período de dos semanas recuperé mi vida normal por completo.

 

No más medicamento para dormir, no más medicamento para mantenerme despierto, no más vergüenza de quedarme dormido en el trabajo. Puedo manejar y viajar sin temor a quedarme dormido. No sólo recuperé mi vida normal sino que asumí nuevas actividades extra-curriculares que me dan un gran nivel de satisfacción personal.

 

Puede decir con toda confianza y seguridad que la intervención del Dr. Joaquín Ceballos y la aplicación del CPAP me devolvieron la vida, es decir la calidad de vida que todos debemos tener sin distinción.

 

Comparto esta experiencia con la esperanza de que algunas personas que se vean reflejadas en ella, se enteren de que hay una solución y que pueden recuperar un nivel de vida satisfactorio, al cual todos estamos llamados.

 

Gracias

Enrique Apac Torres

Nuevo Laredo, Tam